SEÑOR DIRECTOR.
La declaración de los 150 constituyentes es, evidentemente, una cuestión de obediencia o desacato a la Ley; y ésta, tal como está escrita en la Constitución vigente, cuyo fin es regular el bien común, el orden y la convivencia humana civilizada.
Considérese que “el espíritu de la ley” está presente tanto en lo estrictamente ético-religioso como en lo estrictamente jurídico-político, respectivamente en lo privado como en lo público, tanto en el creyente como en el no creyente. Por eso, esta civilización de la Era Cristiana, siglo XXI, asume que: “…cuando los gentiles (profanos) que no tienen ley, hacen por naturaleza lo que es de la ley, éstos, aunque no tengan ley, son ley para sí mismos, mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia, y acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos” (S. Pablo Ro. 2:14,15).
¿Quieren esos constituyentes redactar una Constitución en recta línea histórica progresiva chilena, iniciada desde el Primer Reglamento Constitucional de 1812, luego la Constitución de 1818, 1822, 1826, 1833, 1925, 1980, 2005? Claramente, convenir hoy en ajustarse al perfeccionamiento progresivo de éstas es irse “por las buenas”; que irse “por las malas”, es estancarse en ruinas revolucionarias sin fin.
¡Vamos Chile por las buenas! ¡Que 21 siglos nos contemplan de victorias de la fe, de ejercicios del derecho al conocimiento, la verdad y libertades creadoras de la ciencia y tecnología, propias de esta “civilización única” en el acontecer universal de la humanidad!
Sergio Liempi Marín.
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