Inspirados por Dios para Proteger el Destino Superior de todos los Pueblos.
“Y extendió Moisés su mano sobre el mar, e hizo Jehová que el mar se retirase por recio viento oriental toda aquella noche; y volvió el mar en seco, y las aguas quedaron divididas. Entonces los hijos de Israel entraron por en medio del mar, en seco, teniendo las aguas como muro a su derecha y a su izquierda” (Exodo 14:21,22).
El contexto histórico de este relato es que el pueblo de Israel viene saliendo de Egipto bajo el mando de Moisés, y éste obedeciendo al mandato directo de Dios que le fue dado en la revelación de la zarza que ardía y no se consumía (Mr.12:26); y, en principio, dicha salida o éxodo autorizada por el faraón después de las diez plagas que asolaron a Egipto y que terminó con la dura señal de la muerte de los primogénitos.
Pero, después el faraón se arrepintió y ordenó a su ejército alcanzarlo, detenerlo y volverlo a la esclavitud de Egipto. Los israelitas, al saberlo, tuvieron gran desesperación y angustia porque se vieron encerrados, no teniendo hacia dónde escapar. Pues, a ambos lados tenían cordones cordilleranos, a sus espaldas el ejército que los perseguía y al frente el Mar Rojo. En medio de esa situación desesperada, ocurre el gran milagro que marcó para siempre la conciencia histórica única de Israel como Nación verdaderamente elegida, protegida y formada a instancias de los propósitos soberanos de Dios en el marco de su destino especial y superior, como no los ha tenido ni los tendrá jamás ninguna otra nación de la tierra.
Por eso, creemos sin claudicaciones la historicidad del pasaje citado y que sirve muy bien a los fines de simbolizar en esos “muros de agua”, sostenidos sólo por un viento oriental -durante el tiempo suficiente para la salvación de todo el pueblo de Israel- un rol o papel a cumplir por dos libros fundamentales en la vida de todas las naciones, tribus y pueblos del mundo. Estos: la Biblia como Palabra inspirada por el soplo de Dios, para bendecir a la humanidad, en Religión; y la Constitución en países independientes como racionalidad jurídica, en Política, para preservar la vida humana de todo ciudadano, sin excepción. Procuraremos explicar la interpretación válida y aplicable de ambos símbolos atingentes a nuestro tiempo:
I.- Que el “muro de agua” de la derecha, simboliza la Biblia como revelación histórica de Dios.
El Muro de los Lamentos de los judíos, la Muralla China o el Muro de Berlín – este último, cumple 20 años de su derrumbe- han sido construidos con material sólido para cumplir sus fines. Pero sorprende que unos “muros de aguas”, lo más frágil e inconsistente que puede haber, sin embargo, cumplieron eficazmente los fines de protección y salvación de Israel de sus enemigos, abriéndoles un camino seguro –“volvió el mar en seco”- por donde transitar rumbo a su destino; gracias a un viento constante y sostenido en una misma intensidad sobrenaturalmente regulada y calculada. Pasa el último, se cierra y perecen sus perseguidores.
Se dice que “hizo Jehová que el mar se retirase por recio viento oriental toda aquella noche…” Pero el canto de liberación y regocijo entonado por Moisés y el pueblo, decía: “Al soplo de tu aliento se amontonaron las aguas. Se juntaron las corrientes como en un montón; los abismos se cuajaron en medio del mar…¿Quién como tú, oh Jehová, entre los dioses? ¿Quién como tú, magnífico en santidad, terrible en maravillosas hazañas, hacedor de prodigios? (Ex.15:8,11).
La Biblia existe como el “soplo del aliento de Dios” en tanto sus enseñanzas, ordenanzas y revelaciones fueron inspiradas por El en el Antiguo Testamento, a sus siervos los profetas. Y en el Nuevo Testamento, por la boca misma de Dios en Cristo y por el Espíritu Santo en los Apóstoles. Bien dice la observación del pedagogo Domingo Faustino Sarmiento: “La lectura de la Biblia, echó los cimientos de la educación popular que ha cambiado la faz de las naciones que la poseen.” Luego, ha sido el poder del “aliento” de la Palabra de Dios la que ha transformado vidas y, entre ellas, algunas de las más notables como la de San Agustín, el gran teólogo de la Edad Media europea. Y, desde las vidas que en la lectura de la Biblia encontraron también un camino seco y transitable en medio del mar de la vida, se avanzó hacia “la justicia, la libertad responsable y la fe en Dios revelado en Cristo” ( Miq.6:8; Mt.23:23; Hch.25:24); por lo que bien puede decirse que realmente “ha cambiado la faz de las naciones que la poseen”. ¿Y cuáles son esas naciones? Aquellas naciones europeas que desde la Reforma Protestante del siglo XVI, con Lutero y Calvino, giraron hacia los legítimos principios cristianos y evangélicos de: salvación por la sola fe en Cristo, el sacerdocio universal del creyente y la autoridad suprema de las Escrituras. De tan magnífico conocimiento y convicción no puede estar excluido nuestro pueblo mapuche.
Ciertamente los “muros de aguas” que protegieron y salvaron a Israel eran frágiles e inconsistentes, pero se mantenían ahí por la acción constante y sostenida a una misma intensidad controlada por el “recio viento oriental”, que soplaba y soplaba. También la Biblia, es no más que un Libro como cualquier otro libro, está hecho de frágiles hojas de papel, está escrito con tinta y letras de molde, compaginado y publicado igual en Imprenta. Pero el pensamiento y la verdad revelado en ella, tiene toda la consistencia del más duro material o metal imaginable como construcción de un “Muro Protector” de la vida de los individuos y de los pueblos, porque ese pensamiento escrito y esa verdad revelada está también hoy sostenida constantemente por el soplo y el aliento del Espíritu de Dios, de una manera para siempre invariable e inmutable.
II.- Que el “muro de agua” de la izquierda, simboliza la Constitución Política Democrática.
La idea de un Estado de Derecho que hace radicar el principio de Autoridad Legítima a partir de la voluntad deliberante e ilustrada de los ciudadanos, considerados como fuente de la soberanía, aparece formulado en Occidente sólo desde el Acta de Independencia de los Estados Unidos, el 4 de Julio de 1776. Antes no existía. Y esta racionalidad jurídica creadora y útil para el Gobierno de una Nación Independiente, fundada en el concepto de que “el Creador ha conferido a los hombres ciertos derechos inalienables como el derecho a la vida, a la libertad y a la búsqueda de la felicidad”; es claramente de origen protestante o evangélico.
Es así, porque junto a su fundamento filosófico del derecho, coincide en su esencia con uno de los principios fundamentales del protestantismo: la Autoridad Suprema de las Escrituras. Esto es, mientras en Religión se cambia la Autoridad Personalizada del Papa por la Autoridad derivada del conocimiento propio de un libro: la Biblia; en Política, siguiendo el mismo modelo, se cambia la Autoridad Personalizada del Rey por la Autoridad de un libro: la Constitución Política de la República. Luego, tanto el cristiano como el ciudadano han de regirse en la vida por principios personalmente asumidos, y no por miedo al infierno o a la policía.
El Artículo 1 de la Constitución Política de Chile, tiene como referencia el Artículo 1 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que dice: “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos, y dotados como están de razón y de conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros.” Evidentemente, aquí tenemos la imagen conceptual de un “muro protector” que ha de estar sostenido y regulado constantemente por el viento de la recta razón y la sana conciencia de quienes ejercen los tres poderes independientes y complementarios en la administración política del Estado de Derecho: Legislativo, Judicial y Ejecutivo. Pero, claro está, el “muro de agua a la derecha”, no es de la derecha; ni el de la izquierda, de la izquierda política. Lo que importa es saber que la Biblia y la Constitución protegen tanto la dignidad individual del ciudadano como el destino superior de todos los pueblos, sin excepción.
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De las Tradiciones Festivas Mapuches al We Tripantu.
El Lakutun: puesta de nombres a niños (as); el Katan Pilun: perforación de la oreja de la niñita para lucir el chaway o aro; el Konchotun: fiesta de la buena vecindad mapuche; celebradas en distintos días en época de Invierno. El catolicismo las reunió en un solo día: el 24 de Junio, para celebrar a San Juan Bautista. De aquí surge la conciencia referencial mapuche de que pasado el San Juan el sol regresa al Sur, configurando el equivalente de una pata de gallo: “Amutuy San Juan, kiñe trekan alka wiñotuy antü”. Día próximo al solsticio de Invierno. Aquí enganchó la política y decretó el 24 de Junio como Día Nacional Indígena, para celebrar el We Tripantu o Año Nuevo Mapuche.
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