miércoles, 1 de abril de 2020

Parte III. PROCLAMANDO “CERTEZA DE VIDA ETERNA” EN CRISTO EL SEÑOR.


          Cristo el Señor dijo: “Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, 
                                                     y a Jesucristo, a quien has enviado”. Jn. 17:3. (III).

     Para el cristianismo bíblico, la fe se encuentra estrechamente articulada con el conocimiento. Y el Señor Jesucristo, al llegar al final de su Ministerio, y siendo “la vida eterna” el propósito Divino central del Plan de Salvación por el que Él vino a este mundo; entonces, era el momento de explicar cómo se adquiere y  cómo ésta puede establecer absolutamente el sentido superior de la existencia humana. Existencia y vida nuestra, instalada como estamos en medio del transcurrir del tiempo inexorable, el cual nos lleva –querámoslo o no- al natural proceso de la vida aquí: nacimiento, crecimiento, desarrollo, reproducción y muerte de todas las especies, por supuesto, principalmente la nuestra.
   Entonces, surge la pregunta común a toda la humanidad: ¿Qué hay después de esta vida? Es el punto de partida de todas las religiones, aunque diferentes unas de otras, sin embargo, “por debajo de esas diferencias, corre inconfundible la unidad de la religión natural”, resultado ésta de la constante percepción de Dios; según observaciones objetivas de las ciencias de la cultura.
   Claro está que, en nuestro tiempo, hace rato que la religión perdió importancia y valor intelectual. Los medios de comunicación, las instituciones culturales, los intereses políticos y otros, en la modernidad; han desviado el sentido de la vida humana hacia la diversión, recreación, múltiples entretenciones, libertinajes, identidad de género, revoluciones etc. Pero ha sido recién, desde el inicio del presente año 2020, que explotó la pandemia coronavirus, cual si fuera una potente Bomba Atómica estallada allá en la lejana China y cuyos efectos en breve tiempo, comenzó a extenderse y expandirse a todas las naciones de todos los continentes.


   Así, repentinamente nos encontramos en el frío terreno de “Lo Fatal” de Rubén Darío: “Dichosa la piedra que no siente, y más aún el árbol que es apenas sensitivo… y el espanto seguro de estar mañana muertos, sin saber de dónde venimos, ni a dónde vamos…” Pero después de XX siglos de la Era Cristiana, “Lo Fatal” es sólo emocionalidad poética.   

   Hemos dicho y sostenemos que el Cristianismo o Evangelio de Cristo, yace estrictamente relacionado con el conocimiento como factor de exactitud de todas las cosas. Y lo de la “vida eterna”, no podía quedar al margen de una definición suficiente y absoluta del significado exacto de lo que es; menos aún en la doctrina o enseñanza del Maestro de maestros, Cristo el Señor. Por eso, en su última Oración, Él dijo al Padre: “Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado”. Significa entonces que nadie puede alcanzar en esta vida la certeza de la “vida eterna”, sin conocer por las Escrituras al “único Dios verdadero”. ¿Cómo? Leyendo la Biblia en tanto registro de la “sabiduría y el poder de Dios” (Mr.12:24). Y nadie puede tener “vida eterna” sin conocer a “Jesucristo el enviado de Dios”. ¿Cómo? Leyendo los Evangelios donde, entre otras cosas, Él dice: “el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios” Jn.3:1-8. Por este dato, dijo un filósofo: “Hay muchos hombres que mueren, sin haber nacido”.

      También dijo Jesús: “He aquí el reino de Dios está entre vosotros” Lc.17:21, o sea, el reino de Dios es Él mismo; luego, creer en Jesucristo es ver y entrar al “reino de Dios”, aquí y ahora; tal es el reino de la “vida eterna”, de la justicia, del perdón y de la paz con Dios (Mt.6:33; Ro. 5:1).

       Puesto que la esencia del Evangelio está en la verdad absoluta de la vida eterna, y ésta depende del conocimiento personal que cada cual tenga acerca de Dios y de Jesucristo; entonces, el que cree, ya tiene vida eterna. Luego, toda Institución humana con el nombre de Iglesia u otro, que se arrogue la Autoridad de ser la única Verdad válida para todas las naciones, en el fondo, ignora e invalida el Evangelio Eterno (Ap.14:6,7) en su efecto de “aptitud para la herencia de los santos en luz”. Col.1:12.
                                                                                            Sergio Liempi Marín. www.radiopelom.cl

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